Déjala a ella que sea pájaro
Déjala a ella que sea pájaro.
Se le escuchó decir a la abuela desde la cocina, donde se tomaba un chocolate humeante y espumoso.
Su hijo Cándido había perdido el trabajo hacía ya varios meses,
muchos meses, y a ella, a Esperanza, se le había metido en la cabeza la necesidad de emigrar a algún país del norte a buscar trabajo.
Ambos que siempre han detestado a los inmigrantes, ahora se convertirán en eso: inmigrantes.
Al menos ella, la más radical con los inmigrantes, estaba convencida de que esa gentuza venía a empeorarle la situación a sus compatriotas. De que venían a quitarles puestos de trabajo sin importar hacer el oficio que fuera.
‹‹Otros vienen a robar››, se le oía vociferar.
‹‹ ¿Por qué diablos no se quedan en sus países?
¿Qué se les ha perdido aquí?››, decía.
No se les ha perdido nada. Ahora aquí no hay nada que valga la pena.
Esto se nos ha ido al mismísimo diablo.
“
Déjala a ella que sea pájaro Leer más »