Déjala a ella que sea pájaro

Déjala a ella que sea pájaro.

Se le escuchó decir a la abuela desde la cocina, donde se tomaba un chocolate humeante y espumoso.

Su hijo Cándido había perdido el trabajo hacía ya varios meses,

muchos meses, y a ella, a Esperanza, se le había metido en la cabeza la necesidad de emigrar a algún país del norte a buscar trabajo.

Ambos que siempre han detestado a los inmigrantes, ahora se convertirán en eso: inmigrantes.

Al menos ella, la más radical con los inmigrantes, estaba convencida de que esa gentuza venía a empeorarle la situación a sus compatriotas. De que venían a quitarles puestos de trabajo sin importar hacer el oficio que fuera.

‹‹Otros vienen a robar››, se le oía vociferar.

‹‹ ¿Por qué diablos no se quedan en sus países?

¿Qué se les ha perdido aquí?››, decía.

No se les ha perdido nada. Ahora aquí no hay nada que valga la pena.

Esto se nos ha ido al mismísimo diablo.


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Más allá del amor

Todo nos amenaza:
el tiempo, que en vivientes fragmentos divide
al que fui
del que seré,
como el machete a la culebra…
Octavio Paz

La miró a los ojos, la escrudiñó, pero no vio ese brillo de otros años.

Sólo vio la desolación en su mirada;

la historia ininterrumpida de sufrimientos que ahora traía en ellos.

La miró y descubrió sus desamores, esos golpes bajos de la vida;

su soledad infinita;

la tragedia del ser humano en un mundo repleto

de traición y de mentiras;

de maldad y de odio;

de engaño y de muerte;

de drogas y de deseos nunca satisfechos.

Donde los deseos de los hombres son superiores a todo sentimiento valioso.

La siguió mirando y descubrió la tundra de su desgracia.

No supo qué decir.

Ella, sin llegar a verlo,

le mantuvo firme su mirada perdida,

su mirada glacial;

una mirada que quizás en otros tiempos abrigó el fuego del amor.

Era una mirada tan parecida a la de un ciego abandonado en medio de la calle.

Él creyó, por un momento,

reconocer que en sus ojos ese rayo apagado

podría volver a iluminar la esperanza de la vida

y que podría de alguna manera brindar una última ayuda,

pero se sintió torpe e impotente.

Se quedó clavado en su sitio viendo como ella se perdía entre la bruma.


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